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Los encuentros con los ocupantes de los ovnis no pueden ser ignorados; son demasiado numerosos…
Doctor J. Allen Hynek.
The Ufo Report.
Civilizaciones Perdidas / Junio 2005
El misterio de Orión

En 2003 viví una extraordinaria experiencia al interior de la Gran Pirámide de Gizeh, en Egipto. Un contacto "no-físico" que se me había anunciado en un viaje anterior al país del Nilo y en un encuentro cercano que afronté en 2001 en el desierto peruano de Chilca. La crónica de esas experiencias se halla en mi libro "Nuestros Lazos Extraterrestres". En Keops, exactamente en la Cámara del Rey, viví un fenómeno de "proyección", impulsado por una extraña energía que invadió el sarcófago (estaba dentro de él). Perdí noción de mis compañeros de viaje, del lugar, de todo, y me ví "viajando" a través de un túnel de colores hacia mundos lejanos y hermosos. Entonces una voz mental me dijo que contemplaba "otra realidad" en Orión. Con el tiempo, comprendí que Orión era muy importante para la raza humana. En las siguientes líneas, resumiré el enigma que encierran esas estrellas que tanto amaban los egipcios y otras culturas del mundo antiguo.


El Egipto secreto

Contemplar la Gran Pirámide corta el aliento a cualquiera. Aunque señalan su edificación en el 2500 a .C., y que fue levantada por 100.000 hombres en 20 años de arduo trabajo (información basada en una opinión recogida por el historiador griego Herodoto), este portento milenario fue alzado a sus 146 metros de altura empleando la “modesta” cifra de 2.500.000 bloques de piedra, y algunos, con más de dos toneladas y media de peso. ¿Por qué semejante esfuerzo? ¿Cuál era el propósito de erguir aquel gigantesco templo de piedra?

Antiguamente, la Gran Pirámide habría tenido un revestimiento de piedra calcárea blanca de Turah (y que fue quitado en la época de la dominación árabe para la construcción de Mezquitas), que le daba una iluminación extrema cuando la iluminaban los rayos del Sol. Sin duda, su imagen en el pasado debió haber inspirado a muchos hombres.

Según lo que recibimos en nuestra experiencia de contacto extraterrestre, las pirámides actuarían como “estabilizadores planetarios”, puestos a funcionamiento a raíz del desequilibrio energético que significó la destrucción de Atlantis (mencionada por Platón, aunque una fantasía para los arqueólogos) por el impacto de dos fragmentos de Maldek, un planeta desaparecido, otrora ubicado en el actual cinturón de asteroides que se halla entre las órbitas de Marte y Júpiter.

Este espantoso episodio invirtió los polos magnéticos de la Tierra e impuso por un tiempo una suerte de invierno nuclear.

Las pirámides de Egipto, catalogadas siempre de “Tumbas”, esconderían una función secreta que ningún arqueólogo ha sabido interpretar. En primer lugar, resulta sumamente inquietante comprobar que nunca se han encontrado restos humanos en los sarcófagos de las pirámides de Gizeh.

Ante todo esto, los arqueólogos salen al paso argumentando que los cuerpos de los faraones fueron sustraídos por cazadores de tesoros. Una presunción absurda. Ya cuando el califa Al-Mamun abrió el túnel que sirve hoy de ingreso a los turistas para visitar la Gran Pirámide, allá por el siglo IX antes de Cristo, al penetrar vehementemente en las galerías atribuidas posteriormente a Keops, comprobó con abnegada frustración que no había nada...

Sin embargo, no olvidemos que galerías secretas repletas de “información cósmica” han sido señaladas reiteradamente bajo la pata derecha de la Esfinge y en la propia Gran Pirámide. Ya en 1993, el ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink puso a descubierto (gracias a su pequeño robot explorador “UPUAUT”) una cámara secreta en Keops.

Este tema fue desempolvado cuando el 17 de septiembre del 2002, un nuevo robot se internó en la Gran Pirámide para desvelar qué había en esa misteriosa cámara, que se hallaba interrumpida por un bloque de piedra, a manera de puerta.

Ante el rostro atónito de 1.500 millones de televidentes en 140 países, el “Pyramid Rover” perforó la puerta de piedra, para introducir seguidamente una pequeñísima cámara de vídeo, que, penosamente, se encontró con otra puerta más... Pero ello no desanimará a los arqueólogos que están convencidos de estar a puertas del descubrimiento más importante del siglo.

El ingeniero británico e investigador de la cultura egipcia, Christopher Dunn, en su libro Tecnologías del Antiguo Egipto, aportó suficientes pruebas para pensar que una de las cámaras conocidas era el núcleo central de energía de la Gran Pirámide: La Cámara del Rey.

Formada por un granito que contiene, sospechosamente, un 55% de cristal de silicio-cuarzo, esta cámara habría sido diseñada para que el granito vibre por simpatía con el sonido (¿mantrams?) sobrecargando el cuarzo en la roca (incluyendo el sarcófago) y haciendo fluir electrones mediante un fenómeno que se conoce científicamente como “efecto piezoeléctrico”.

La energía, a decir de Dunn, que llenaba la Cámara del Rey (ubicada convenientemente bajo la “cámara de descarga”) en ese punto se transformaba en una “combinación” de energía acústica y energía electromagnética. Todo ello permitía crear un “conducto de luz” o “guía de ondas” hacia algún lugar... ¿Este es el objetivo secreto de las pirámides? ¿Un “cañón estelar”? ¿Un conducto de luz?

Sea como fuere, resulta curioso observar que los egipcios llamaban a las pirámides “Ikhet”, que significa “Luz Gloriosa”. Para pensar un poco más, los mayas, denominaban “Pirhua Amenco” a sus pirámides, que se traduce como “Revelador de Luz”. En Sumer, sabemos que a los zigurats o pirámides escalonadas se les llamaba “Esh”, que significa “Fuente de Luz”. Quizá por ello la palabra pirámide (PIRA = “Fuego o Luz” MIDE = “Medida”) también significa “Medidor de energía o de luz”. No nos debe sorprender teniendo en cuenta el objetivo de construir las pirámides, o al menos, la Gran Pirámide.

Pero: ¿Adónde señalaría aquel supuesto conducto de luz que, a decir de Dunn, se puede formar al interior de la Gran Pirámide?


Los "dioses" antiguos

Se presume que la Civilización Egipcia se habría iniciado en el año 3.100 a. C., cuando el Alto y el Bajo Egipto fueron “unidos” por un personaje llamado Menes, o también “El Rey Escorpión”, constituyéndose así en el primer Faraón.

Al margen que los datos sean totalmente correctos, me llamó la atención la fecha de la fundación del Egipto dinástico, que es similar a la fecha en que se habría iniciado la Civilización Maya (año 3.113 a. C.). También me era curioso el nombre “Menes”, que me recordaba la denominación Estekna-Manés, por cuanto la palabra Manés, por lo que comprendí, al igual que el sánscrito “Manú” significaría “Mentor”, “Maestro” o “Arquetipo Humano”.

Menes es, sin discusión alguna para los historiadores, el “punto de partida” de las dinastías egipcias. Aquí hay que anotar que mucho (o más bien poco) de lo que saben los estudiosos sobre los gobernantes de Egipto se debe a Manetón (nombre que significa, curiosamente, “la Verdad de Thot”), un sacerdote egipcio de Heliópolis que habría vivido en el Siglo III a. C. Aquel sabio recopiló informaciones antiquísimas sobre los orígenes de Egipto que aun hoy en día son causa de controversia.

No disponemos del texto completo de Manetón, pero, al menos, contamos con fragmentos importantes de su obra en los escritos del cronista judío Flavio Josefo (año 340 a. C.) y de cronistas cristianos como El Africano (año 300 de nuestra era) y Eusebio (año 340 de nuestra era). Es sumamente desconcertante que los egiptólogos utilicen la obra de Manetón sólo para referirse al período histórico, y no a la prehistoria que el sacerdote egipcio citaba no como leyendas o mitología, sino como hechos reales que sucedieron en el país del Nilo hace miles de años. Por ejemplo, y yendo al grano, Eusebio cita la obra de Manetón mencionando una lista de nueve dioses que gobernaron Egipto; aquellos seres son esencialmente el panteón de deidades de Heliópolis, como Ra, Osiris, Seth, Isis, Horus, entre otros.

“...Estos fueron los primeros que gobernaron Egipto. A partir de ahí, el cetro del poder pasó de uno a otro en una sucesión ininterrumpida... a lo largo de 13.900 años... Después de los dioses reinaron los semidioses durante 1.255 años; y de nuevo se instauró otro linaje de reyes, quienes gobernaron durante 1.790 años; y otros diez reyes, que gobernaron durante 350 años. A continuación gobernaron los espíritus de los muertos por 5.813 años...”

Todo esto habría sucedido antes que Menes uniera las dos tierras de Egipto. ¿Qué pensar de ello si Manetón dice la verdad? ¿Cómo interpretar el reinado de dioses, de semidioses-reyes, y finalmente el de los espíritus de los muertos?

Esta misteriosa época se conoció con el nombre de Zep Tepi (“El Tiempo Primero”) y aquella raza de seres estelares fue denominada Neteru, término que curiosamente significa: “Vigilantes”; posiblemente los “dioses” que alude Manetón...

Arriba: Horus, Osiris e Isis. ¿Realmente existieron? ¿Quiénes eran entonces?

 

Los “semidioses”, son llamados Shemsu-Hor, o “Hijos de Horus”, mencionados además, a todas luces, en el conocido Papiro de Turín. De cara a todo esto resulta muy intrigante recordar que los dioses de Egipto tenían una relación más que íntima con Sahu, el nombre egipcio que identifica la Constelación de Orión y, por ende, el enigma que mora allí. No hay que olvidar, que los Textos de las Pirámides son categóricos en sostener la importancia de Orión para la cultura egipcia, y la relación directa que existe con sus dioses.


La alineación con Orión

Este episodio “pre-dinástico” guarda un sospechoso parecido con las informaciones que hemos recibido en nuestra experiencia de contacto. Por ejemplo: en el primer peldaño, la existencia de seres extraterrestres deportados en la Tierra (los dioses); luego los atlantes o mestizos (los semidioses-reyes); y finalmente, seres de procedencia extraterrestre que quedaron atrapados en otro plano dimensional en nuestro mundo (los espíritus de los muertos), como si se tratasen de los mismos ángeles caídos que mencionan los textos sagrados.

Arriba: Las pirámides de Egipto reproducen por alguna razón el Cinturón de Orión.


Como fuere, y enfocándonos particularmente en las cifras que nos sugiere Manetón, si el lector sumó bien, verá que este tiempo prehistórico anterior a Menes duró nada más y nada menos que 24.925 años. Es comprensible la actitud reservada de los egiptólogos para rechazar una cifra tan apabullante como esta. Pero, insisto, ¿y si Manetón dijese la verdad…?

No debemos olvidar que son 25.920 años el ciclo de precesión de los equinoccios. Precisamente este movimiento pendular del planeta sobre su eje (que dividimos en 12 eras o Zodíaco) es el que muestra un aparente cambio de posición de las estrellas en los cielos. Por esta razón, actualmente, el Cinturón de Orión marca el ecuador celeste, siendo su estrella más septentrional, Mintaka, la única estrella del firmamento que puede ser vista en ambos polos del mundo, como si se tratase de una “señal”...

Un punto que debemos tener en cuenta, es el hallazgo de Robert Bauval (The Orion Mystery), un ingeniero belga aficionado a la astronomía que demolería los rígidos esquemas mentales de la arqueología moderna al demostrar que las tres pirámides de Gizeh son una reproducción “exacta” de las estrellas Al Nitak, Al Nilam y Mintaka del Cinturón de Orión (“Las tres Marías”), y lo más importante, que esta alineación sólo pudo llevarse a cabo hacia el año 10.500 antes de Cristo. Una fecha que podría calzar perfectamente con el hundimiento de la Atlántida y que obliga a replantearse la verdadera antigüedad de las pirámides, que se atribuyen siempre a la IV Dinastía (2.500 a. C).

Lo que más llamó mi atención, en todo caso, no era el pasado cósmico de Egipto y su probable relación con Orión; pensaba si sobre la base de todo este enigma podría existir un “futuro”, alguna clave que podría comprometer a la humanidad. Aquella señal que buscaba era la llamada “Clave del Retorno”, misterio que vibra en el secreto número 14.

Por ejemplo, en la mitología egipcia se narra cómo Osiris (Orión) fue traicionado por su hermano Seth, quien le encierra en un sarcófago y le arroja al Nilo. Pero el cuerpo del dios es rescatado por Isis (asociada con Sirio), su consorte estelar, quien copula con él para dar a luz más tarde a Horus. Seth, al enterarse de ello, lleno de ira encontró a Osiris y despedazó su cuerpo en “14 partes”, que serían arrojadas una vez más al río sagrado de los egipcios.

Isis recuperará del Nilo 13 de los restos del amado dios, mas nunca ubicará el trozo 14, que se trataba curiosamente del falo, símbolo de procreación; una alegoría por demás sugestiva a nuestra condición de “hijos de Orión”.

La connotación de Orión con un “retorno” está relacionada, pues, con la Clave 14. Para pensar un poco más, las estrellas visibles de la gran constelación de Orión desde nuestro planeta, son 14, así como fueron ciclos de 14 generaciones que transcurrieron para la llegada de Cristo:

De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación de Babilonia, catorce; y desde la deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce...”
La Biblia (San Mateo 1: 17).

Y he aquí el misterio.

El secreto está en el área celeste que los egipcios denominaban “Duat”, y que involucra el cinturón de la Constelación de Orión. Bajo nuestra visión (en el hemisferio norte), particularmente la tercera estrella del cinto imaginario: Mintaka.

Mintaka es, pues, la única estrella que puede ser vista desde el polo sur al polo norte, como si fuese una señal que todos los seres humanos debemos tener en cuenta. Como sugiere el escritor británico Adrian Gilbert en “Signs in the Sky”, esta podría ser la señal del “Hijo del Hombre” en el cielo, mencionada en la Biblia como una “clave” a tener en cuenta para el retorno de Cristo.

Y aunque esto pueda sonar extraño, lo cierto es que el cinturón de Orión, que se encuentra actualmente cerca del ecuador celeste, nunca lo cruzará, pues “retrocederá” hacia su posición más meridional. Es decir, después de 12,500 años encontraría ahora su punto de “retorno”.

¿Por qué Orión? El tiempo lo dirá...
 

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